lunes, 22 de febrero de 2016

Santo Domingo, pura magia caribe

Saliendo de Cartagena existen dos formas de llegar a Santo Domingo por vía aérea. Ambas son una muestra clara de la falta de conexiones aéreas que posee el aeropuerto Rafael Núñez. Una es saliendo vía Bogotá, es decir, devolviéndose. Y la otra es tomando la ruta a Panamá en la cual también te devuelves y pierdes tiempo, pero al menos tienes la oportunidad de conocer otro país, por lo cual diría que esta es la mejor opción.

Durante mi estancia, me hospede en un pequeño hostal muy sencillo llamado “Foreigners club hotel” cuyo precio a decir verdad fue muy cómodo por los servicios básicos que presta (cama, baño, abanico). Él hostal es un lugar extraño, debido a que queda en un barrio muy humilde, pero que está localizado a unas tres cuadras de la “calle del conde” en la zona colonial, que viene siendo la franja turística de la ciudad, el equivalente al centro histórico de Cartagena De Indias.

En una sola porción de tierra puedes ver los aspectos más importantes de la ciudad como la cultura, la gente en sus quehaceres diarios y los lugares más significativos. La zona colonial, simplemente te atrapa. Un día perfecto en ella, si o si, empieza desayunando en uno de los sitios más icónicos del barrio,“Grand’s cafetería and bar”, abierto las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año desde 1967. Este lugar, que tan solo ha cerrado 7 veces por causas mayores desde su inauguración, ofrece una excelente opción de comida típica a muy buen precio en una locación estratégica. Entre sus platos principales se encuentra el desayuno típico que está compuesto de mangú; que es una especie de plátano verde machacado a modo de puré con vinagre, cebolla y pimentón por encima; acompañado de albóndigas, tostones y pastas. Finalmente de tomar, la clásica cerveza Dominicana “Presidente”, la cual  no es muy amarga pero si contiene un gran porcentaje de alcohol.

Durante mi recorrido, sin rumbo fijo, terminé pasando por una casona antigua de aquellas que por alguna razón desconocida hace que la mires fijamente, fotografíes, y te des cuente que la zona colonial de Santo Domingo es pura magia Caribe. La bella mansión terminó siendo el único museo de la porcelana que existe en Latinoamérica, que cuenta con 9 galerías que contienen desde piezas con más de 600 años de antigüedad hasta otras rescatadas de barcos hundidos de la época de la colonia. Las obras del museo fueron donadas por varios socios, en su mayoría por Doña Violeta Martínez, actual directora del museo, no obstante, lo más interesante de todo el lugar, además de sus paredes rosas que a cierta hora del día por la posición del sol adquieren un brillo inverosímil, es poder conocer a la señora Martínez y escuchar la historia de cómo tuvo que huir de su país y vivir en el exilio en Estados Unidos durante la dictadura de Trujillo, ella misma define estas épocas como los años más oscuros de la Republica, donde inocentes y amigos íntimos de su familia fueron asesinados sin piedad. Entre estas personas ella destaca a las hermanas Mirabal, intimas amigas de su familia y que por cierto, como dato curioso, aparecen en el billete de 200 pesos Dominicanos.

La personalidad del dominicano en sí es muy típica de la de las personas del Caribe, sólo que intensificando cada una de sus características. La amabilidad y el compromiso está clara para estas personas, el poder ayudar a alguien en alguna situación de infortunio es su credo. De cosas tan sencillas como ver a alguien de pie fatigado a plena luz del día, comunicarle que se cuide y no tome tanto el sol y que en aquella silla llena de óxido, pero al fin silla, bajo un fresco árbol de mango, se puede sentar sin problema, son sus características intrínsecas. Tal cual como extrañamente me paso en más de una ocasión. De estos actos tan sencillos  a otros que requieren más valor, como por ejemplo devolver unos 500 pesos dominicanos, (13 UDS), sin más reparos de grandeza que tan sólo un “esto es tuyo y esto es mío” a una chica que sin conocer el billete local dio mucho de más.

 Su comportamiento da muestras que los dominicanos tienen muy claro que es imperativo prestar un servicio de alta calidad, debido a que, saben perfectamente que la industria turística es la base de su economía y que de un buen servicio lleno de hospitalidad depende que ésta lo siga siendo. Además, claro está, desde la escuela ponen esto en sus fundamentos académicos, preparándolos así desde pequeños a saber cómo recibir a los extranjeros que por breves periodos de tiempo se dejan seducir por la magia del caribe.


Victor Castro...
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